Un día el maestro le preguntó:
-Pablo ¿por qué te rascas tanto la cabeza?
Él le respondió:
-Es que me pica muchísimo.
El maestro le mandó una nota a la madre para que le mirara la cabeza y no lo mandara a clase hasta que se le quitara la picazón.
Cuando Pablo se iba a su casa oyó una voz que le decía:
-¡Oye! Estoy en tu cabeza, soy un piojo y no pienso irme, porque quiero aprender a estudiar como tú.
Pablo muy sorprendido le dijo:
-¿Pero para qué quieres aprender si no eres más que un pequeño parásito?
El piojo le respondió:
-Yo quiero aprender otras cosas más importantes y no pasarme toda la vida picoteando la cabeza de los niños, resulta muy desagradable que te golpeen e intenten aplastarte a golpes.
Pablo se quedó pensando un rato y le dijo al piojo:
-Voy a intentar ayudarte si me prometes que harás lo que te diga. El piojo como estaba muy entusiasmado en aprender aceptó.
Pablo le dijo:
-Lo primero que tienes que hacer, es salir de mi cabeza para no tener que rascarme, porque si mi madre te encuentra, entonces si es verdad que ya no podrás aprender nada.
El piojo salió rápidamente y se escondió en la maleta de Pablo.
Al día siguiente el niño pudo ir a clase, porque ya no le picaba la cabeza.
Cuando llegó a clase, Pablo le dijo al piojo:
-Ya puedes salir de la maleta, pero no quiero que estés en las cabezas de mis compañeros porque entonces ya no te ayudaré y no podrás aprender.
El piojo y Pablo se hicieron muy buenos amigos y los dos aprendieron muchísimas cosas juntos.
FIN
Autores:
Adrián Suárez Martín y Juana Victoria Martín Ramos.