LA PEQUEÑA PANDILLA Y SUS GATITOS
Érase una vez un pequeño barrio llamado El Risco. En la entrada del barrio había una pequeña y sencilla escuelita.
Tenía unos grandes ventanales verdes y dos puertas robustas de madera, al lado tenía unas habitaciones donde se quedaba el maestro que quería quedarse en el lugar, mientras duraba el tiempo de impartir clases.
Delante, la escuelita tenía un pequeño patio hecho de cemento donde solíamos jugar cuando salíamos al recreo, aunque a veces jugábamos por la carretera (no pasaban tantos coches como hoy en día) y hacia el barranco.
La escuelita contaba con treinta y dos niños y niñas en ese momento, pero había entre ellos una pequeña pandilla de seis niños y niñas, sus nombres eran: Nieves, Olí, María, José, Antonio, y Juan. Siempre estaban juntos y compartían la mayoría de sus juegos.
Un día, cuando regresaban por la tarde del cole, la pequeña pandilla decidió volver a casa por el barranco. Iban cogiendo piedrecillas, bichitos y algunas flores para llevar a sus mamás.
Aquel día era un día muy caluroso y habían dejado una botella de agua escondida en una alcantarilla, por si alguno tenía sed a la vuelta del cole.
María entró a por la botella ¡De pronto oyó un ruidito! ¿Sería un animal? ¿Sería un fantasma? ¡Ah no! Era unos pequeños gatitos que se encontraban allí acurrucaditos.
María salió corriendo a llamar a sus amigos, todos volvieron corriendo a ver que pasaba.
Cuando llegaron hasta allí ¡Qué sorpresa!
Eran unos gatitos pequeñitos que se encontraban solos. Cada uno de ellos cogió uno en sus brazos y los acariciaban… ¡eran tan pequeñitos!
Su pelo era muy suave como la seda y apenas podían abrir sus ojitos pero no paraban de maullar ¡miau, miau, miau!
Cada tarde al salir del colegio la pequeña pandilla corría hacía la alcantarilla a buscar a los gatitos. Se sentaban todos, unos junto a otros, y empezaban a elegir cada uno su gato preferido, los cogían en brazos, los acariciaban les cantaban canciones y jugaban con ellos.
Cada uno traía de su casa algo de comida para dárselo a los pequeñines.
Una tarde, a la salida del colegio, los niños salieron corriendo para jugar con sus gatitos. Cuando llegaron se dieron cuenta de que faltaba uno. Todos empezaron a buscarlo por todos lados y no lo encontraban. Al rato José escuchó un maullido en medio de unas cañas. Entre ellas se encontraba una pequeña charca. Allí estaba mal herido el gatito, Lo cogieron en brazos y le pusieron betadine, cremitas y unas pequeñas telitas para que se encontrara calentito. El pequeño maullaba mucho de dolor ¡miau, miau!
Cada día le hacían la cura de la herida. El pobre gatito iba mejorando cada día más hasta que se quedó bien.
Al terminar el curso la pandilla decidió llevarse cada uno un gatito a su casa para no dejarlos allí solos, para que no les pasara nada y para poder cuidarlos.
Colorín colorado este cuento se ha acabado.
Mary Carmen Ramos.
Diana Díaz Ramos. 3º